Viriato

Sin duda, de entre los guerreros legendarios hispanos, destaca la figura del lusitano Viriato. No se sabe gran cosa acerca de sus orígenes. Unos dicen que se trataba de un humilde pastor. Otros, que era cazador. Y también hay quien dice que era simplemente un bandolero, si bien para los romanos todos los hispanos que luchaban contra ellos eran bandoleros, o como ellos los llamaban, bandidos.

El lugar de nacimiento de Viriato lo sitúan los historiadores en la sierra Viriato de la Estrella, en algún punto entre Zamora y Portugal. La pobreza de estos territorios impulsaba a muchos de sus pobladores al saqueo, que perpetraban bandas de guerreros asaltando de cuando en cuando el sur peninsular. La presencia romana dificultaba aún más la supervivencia de estas gentes, y por ello las insurgencias y levantamientos eran cada vez más frecuentes.

En el año 151 a.C. es nombrado pretor de la Ulterior Severo Sulpicio Galva, quien pronto daría muestras de una crueldad considerable. Con el propósito de acabar con la oposición lusitana, les convence de que a cambio de que le entreguen sus armas (hay que recordar que, según el historiador Justino, los iberos en general amaban a sus armas por encima de todas las cosas) les repartirá lotes de tierra en los que trabajar y vivir en paz. Crédulos, hacen lo que Galva les pide y son sitiados en el momento de la entrega, muriendo por cientos no sólo hombres, sino también mujeres y niños. Viriato logra escapar y es a partir de entonces cuando se convierte en la pesadilla romana, a lo largo de prácticamente ocho años. Su método, nacido en nuestro suelo, es la guerra de guerrillas («Guerra de terreno», asi lo definía Estrabón): atacar al enemigo desde mil puntos diferentes y de modo sorpresivo; y su victoria, lograr aglutinar a diferentes tribus en un solo cuerpo y con un mismo empeño común, derrotar al enemigo.

Pero Roma ya había acabado con Cartago y disponía de todas sus fuerzas para operar en suelo hispano. Y al final vence. Quinto Servilio Cepión cercó las posesiones lusitanas y los nativos se vieron obligados a firmar la paz. Una embajada enviada por Viriato para tal fin vende a su jefe a cambio de oro y tierras, y le degüellan mientras duerme en su tienda. La leyenda dice que, al ir a cobrar su botín, el general romano les increpó: «Roma no paga a traidores».

Y ese fue el fin de Viriato, y del sueño lusitano. El camino hacia Gallaecia, y hacia el norte de Hispania, quedaba ahora despejado

Fuente: http://wikihistorias.blogspot.com.es/2011/12/heroes-de-hispania.html